En los Altos de Jalisco, en específico en Tepatitlán de Morelos, se ha vuelto tema de conversación en redes sociales gracias a un rincón que parece diseñado para detener el tiempo: Finca La Cumbre.

Sus fotos recorren Instagram y TikTok con la misma facilidad que el sol se refleja sobre su alberca volada, enmarcada por un paisaje de sierra verde y silencio rural.

El lugar, disponible en Airbnb, promete una experiencia de descanso con todas las comodidades modernas: capacidad para nueve huéspedes, calefacción, aire acondicionado, internet satelital y hasta fogata y asador para las noches de charla bajo las estrellas.

El precio oscila, entre 5 mil y 6 mil 500 pesos por noche, refleja el tipo de turismo que hoy combina el lujo discreto con el encanto natural.

Pero más allá de las amenidades, Finca La Cumbre también representa una tendencia creciente: la búsqueda de espacios rurales que ofrecen desconexión sin renunciar del todo a la conexión.

Paradójicamente, estos refugios de montaña se vuelven protagonistas de las redes sociales, convertidos en escenarios donde la tranquilidad se mide en likes.

Tepatitlán, con su herencia colonial y su espíritu de provincia, encuentra así en este tipo de proyectos una forma de reinventarse ante los nuevos viajeros: aquellos que buscan tanto el descanso físico como la experiencia visual. Y aunque el lugar cumple con ambos propósitos, deja abierta la pregunta de fondo: ¿viajamos para descansar o para recordar —y mostrar— que descansamos?

Quizá ahí radica el encanto de Finca La Cumbre: en ofrecer un momento de respiro que, aunque fugaz, nos permite creer que el paraíso sigue estando a una hora de camino.